Por Luis Rodriguez Salcedo
El reciente pronunciamiento de Donald Trump, en el que afirmó haber “trasladado muchas tropas” a Panamá, ha generado un clima de tensión en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y el país centroamericano. Esta declaración ocurre justo después de la firma de un acuerdo de cooperación en materia de seguridad, lo cual ha levantado sospechas sobre posibles intenciones de militarización por parte de Washington, especialmente considerando el histórico interés estadounidense por el control del Canal de Panamá.
El Gobierno panameño reaccionó con firmeza, aclarando que en el convenio firmado se rechazó expresamente la posibilidad de una presencia militar permanente, el establecimiento de bases estadounidenses, o cualquier tipo de cesión de territorio. Esta respuesta busca preservar la soberanía nacional y calmar las inquietudes internas sobre una eventual injerencia extranjera.
Desde una perspectiva analítica, las palabras de Trump parecen tener un doble propósito: por un lado, reafirmar una postura de fuerza ante su electorado nacionalista; por el otro, proyectar una presencia estratégica en un punto geopolítico clave como lo es el Canal de Panamá, vital para el comercio mundial. Sin embargo, estas declaraciones también ponen en riesgo la estabilidad regional y podrían despertar resistencias tanto dentro de Panamá como en otros países latinoamericanos, que históricamente han sido sensibles a cualquier forma de intervención extranjera.
LRS
