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Trump, Zelenskyy y la geopolítica estilo reality show

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Trump, Zelensky y la geopolítica estilo reality show

Washington volvió a convertirse en escenario de una tragicomedia diplomática. Donald Trump, con su característico estilo de vendedor inmobiliario que intenta cerrar un trato, se reunió con Volodymyr Zelensky y un puñado de dirigentes europeos para hablar de lo que, según él, podría ser la “gran solución”: que el presidente de Ucrania y el de Rusia se sienten frente a frente y decidan quién se queda con los territorios tomados por Moscú. Una especie de subasta geopolítica en vivo.

La propuesta de Trump no surge de la nada. Apenas días antes había recibido en Alaska a Vladímir Putin, con quien, según los reportes, se mostró más inclinado a escuchar las “sugerencias” rusas que a defender los reclamos ucranianos. No es un secreto que Moscú controla ya cerca de una quinta parte del territorio ucraniano, y que Trump, lejos de rechazarlo, parece verlo como un buen punto de partida para negociar.

Con su habitual tono de pragmatismo empresarial, el mandatario estadounidense soltó: “Vamos a dejar que el presidente vaya y hable con el presidente y veremos cómo resulta”. En otras palabras: que Zelensky y Putin se arreglen entre ellos, mientras él actúa como moderador de lujo en la cumbre trilateral que espera organizar.

Frente a los líderes europeos —Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Finlandia, la Comisión Europea y la OTAN—, Trump ofreció algo parecido a garantías de seguridad para Ucrania, aunque dejó claro que no serían tropas estadounidenses quienes respalden el plan. Habló de una “presencia similar a la de la OTAN”, pero los detalles, como siempre, se los dejó a los europeos, que “quieren dar protección y están muy determinados a eso”. El clásico arte de prometer sin comprometer.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia no tardó en responder. Maria Zajárova, su portavoz, calificó de peligrosa la idea de una fuerza de paz de la OTAN en Ucrania y advirtió sobre “consecuencias impredecibles”. Traducido: más vale que no intenten jugar a los cascos azules con uniforme atlántico.

La reunión también dejó un cambio en el estilo del presidente ucraniano. En febrero, Trump lo había despachado del Despacho Oval después de que, entre otras cosas, se quejara de su “poca gratitud” y de que apareciera en camiseta de manga larga frente a las cámaras. Esta vez Zelenskyy llegó en chaqueta oscura y camisa abotonada, como buen alumno que aprendió la lección de etiqueta. Trump incluso bromeó sobre las elecciones suspendidas en Ucrania, congeladas por la ley marcial: un detalle que, según dijo, en Estados Unidos “no sería bien visto”.

El guion se repite: Trump quiere “cerrar el trato” como si la guerra fuera una venta de torres en Manhattan; Putin espera que el escenario le sea favorable; y Zelenskyy, obligado a hacer equilibrio entre la dependencia de Washington y la amenaza rusa, posa con traje para que lo tomen más en serio. Los europeos, como extras de lujo, aplauden y toman nota de lo que les toca pagar.

La paz, mientras tanto, sigue en suspenso. Y el mundo observa cómo la política internacional se convierte en un reality show donde cada capítulo promete más giros inesperados que el anterior.

rodriguezsluism9@gmail.com

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