-La justicia llegó en paté caliente-
Puerto Príncipe, Haití – En la comuna de Kenscoff, donde la ley hace rato que empacó sus maletas y se fue, una comerciante decidió que ya había tenido suficiente. Cansada de ver cómo una pandilla local aterrorizaba desde enero a los vecinos, tomó la sartén por el mango… y algo más.
Con una receta que no aparece en ningún recetario de cocina criolla, la mujer preparó un cargamento de patés (esas empanadas haitianas que hacen salivar hasta al más fiero), pero esta vez el relleno tenía un ingrediente secreto: aceite de oruga, más conocido por su eficacia exterminadora en plagas que por su valor nutricional.
Los 40 valientes que no dudaban en saquear, golpear y extorsionar, cayeron rendidos… pero no de placer. Tras los primeros mordiscos, empezaron las convulsiones, los gritos, los sudores fríos. Ninguno alcanzó el hospital. La justicia llegó envuelta en masa crujiente.
Como era de esperarse, los compinches que no alcanzaron la “oferta del día” reaccionaron con furia, reduciendo a cenizas la propiedad de la improvisada cocinera vengadora. Pero la señora, que no tiene un pelo de tonta, ya había hecho maleta y se había presentado en la comisaría más cercana.
Allí, con la frente en alto y sin delatar a nadie, declaró su crimen: solita, sin cómplices ni instrucciones de manual, decidió acabar con el tormento vecinal a su manera.
El país, dividido entre quienes la llaman heroína y quienes la ven como criminal, debate ahora si fue un acto de justicia popular o un episodio digno de una novela negra. Mientras tanto, la policía la mantiene bajo custodia… y los vecinos, en secreto, elevan plegarias por más patés como esos.