La estrategia diplomática y comunicativa de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum frente a Donald Trump, a partir de su toma de posesión el 20 de enero de 2025 y las primeras interacciones en las semanas posteriores, se ha caracterizado por un enfoque pragmático, mesurado y orientado a preservar la soberanía mexicana mientras se busca mantener una relación funcional con Estados Unidos.
Este enfoque responde a la naturaleza impredecible y confrontacional de Trump, quien ha iniciado su segundo mandato con órdenes ejecutivas y declaraciones que afectan directamente a México, como la amenaza de aranceles del 25% a las importaciones mexicanas, la designación de cárteles como organizaciones terroristas y propuestas de intervención en temas de seguridad y migración. A continuación, se desglosan los elementos clave de esta estrategia:
Sheinbaum ha hecho de la frase «mantener la cabeza fría» un pilar de su postura frente a Trump. Desde el 21 de enero de 2025, día siguiente a la toma de posesión, ha enfatizado la importancia de no caer en provocaciones ni responder de manera visceral a las declaraciones o acciones del presidente estadounidense.
Esta prudencia busca evitar una escalada de tensiones que podría dañar la relación bilateral, especialmente en un contexto donde México depende económicamente de Estados Unidos (el 80% de sus exportaciones van a ese país). En lugar de confrontar directamente las bravatas de Trump, Sheinbaum ha optado por un tono sereno y racional, proyectando fortaleza sin agresividad.
Por ejemplo, ante las acusaciones de Trump de que México está «esencialmente gobernado por cárteles» o que el gobierno mexicano es cómplice del narcotráfico, Sheinbaum ha respondido con firmeza pero sin exabruptos, desmintiendo estas afirmaciones y subrayando que «en México manda el pueblo». Esta contención comunicativa le permite mantener el control del mensaje y no ceder terreno a la narrativa trumpiana de confrontación.
La estrategia diplomática de Sheinbaum se basa en priorizar el diálogo y la negociación sobre la confrontación. Desde las primeras semanas de 2025, su gobierno ha trabajado en establecer canales de comunicación con la administración Trump, incluyendo conversaciones entre el canciller mexicano Juan Ramón de la Fuente y el secretario de Estado estadounidense Marco Rubio, así como reuniones planeadas entre el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, y funcionarios de comercio de Estados Unidos. El objetivo es encontrar soluciones negociadas a temas como los aranceles, la migración y el narcotráfico.
Un ejemplo concreto es la pausa de un mes en la aplicación de aranceles del 25%, lograda tras una llamada entre Sheinbaum y Trump el 3 de febrero de 2025. A cambio, México se comprometió a enviar 10,000 agentes de la Guardia Nacional a la frontera, una concesión práctica que muestra disposición a cooperar sin comprometer principios fundamentales. Sheinbaum ha planteado mesas de trabajo bilaterales en seguridad y salud pública, proponiendo que ambos países aborden de manera conjunta el tráfico de fentanilo y armas, lo que refleja un enfoque de «responsabilidades compartidas» en lugar de aceptar imposiciones unilaterales.
A pesar de su tono mesurado, Sheinbaum no ha cedido en la defensa de la soberanía mexicana, un tema sensible para su base política y el legado de Morena. Ha dejado claro que la colaboración con Estados Unidos se hará bajo el principio de «coordinación sí, subordinación no». Esta postura se ve en su rechazo categórico a cualquier intención injerencista, como la posibilidad de incursiones militares estadounidenses contra cárteles o la imposición de políticas migratorias que conviertan a México en un «tercer país seguro».
En sus conferencias matutinas («mañaneras»), Sheinbaum ha utilizado un lenguaje nacionalista moderado para reafirmar la independencia de México, citando frases como «siempre tendremos la frente en alto» o recordando a Juárez: «nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho». Este discurso busca cohesionar el apoyo interno —empresarios, oposición y ciudadanía han cerrado filas con ella— mientras envía a Trump un mensaje de que México no se doblegará fácilmente.
Sheinbaum ha complementado su diplomacia con contrapropuestas que desafían la narrativa de Trump y trasladan parte de la responsabilidad a Estados Unidos. Por ejemplo, frente a las acusaciones sobre el fentanilo, ha destacado que el 75% de las armas usadas por los cárteles provienen de fabricantes estadounidenses y ha sugerido que Trump revise su política de salud pública para atender la crisis de consumo de drogas en su país. Asimismo, ha subrayado logros mexicanos, como la reducción del 76% en los flujos migratorios desde diciembre de 2023 y el mayor decomiso de fentanilo en la historia del país, para demostrar que México ya está actuando.
Un momento notable fue su respuesta irónica al intento de Trump de renombrar el Golfo de México como «Golfo de América», sugiriendo en cambio llamar al suroeste de Estados Unidos «América Mexicana». Este toque de humor no solo desarmó la provocación, sino que proyectó confianza y mantuvo la atención en la postura mexicana sin escalar el conflicto.
Paralelamente, Sheinbaum ha impulsado el «Plan México», un ambicioso proyecto económico presentado en enero de 2025 que busca atraer 277,000 millones de dólares en inversiones y reducir la dependencia de las exportaciones a Estados Unidos mediante la reindustrialización y el aumento del contenido nacional en sectores clave. Aunque no es una respuesta directa a Trump, este plan apunta a fortalecer la posición negociadora de México al demostrar que el país tiene alternativas frente a una guerra comercial.
La estrategia de Sheinbaum combina pragmatismo y principios: cede terreno en áreas donde la presión de Trump es inevitable (como el despliegue de la Guardia Nacional), pero mantiene líneas rojas en temas de soberanía y dignidad nacional. Su enfoque comunicativo, centrado en la calma y la claridad, contrasta con el estilo inflamable de Trump, lo que le ha permitido ganar tiempo y apoyo interno mientras se posiciona como una interlocutora seria. Sin embargo, la impredecibilidad de Trump y la asimetría de poder entre ambos países plantean desafíos constantes, y el éxito a largo plazo dependerá de la capacidad de México para traducir estas negociaciones en resultados concretos sin sacrificar demasiado.
En resumen, Sheinbaum enfrenta a un Trump «todopoderoso, inflamable e impredecible» con una mezcla de diplomacia activa, contención retórica, defensa de la soberanía y preparación económica, todo bajo el lema de «cabeza fría» que busca equilibrar la relación bilateral sin ceder a la subordinación.