Este lunes 24 de febrero de 2025, Ucrania conmemoró el tercer aniversario de la invasión rusa, un hito marcado por un ambiente sombrío debido a la intensificación de los combates y las crecientes dificultades en el campo de batalla.
Este día, que recuerda el inicio del conflicto a gran escala en 2022, coincidió con un giro inesperado en la política internacional: Estados Unidos votó en contra de una resolución de la Asamblea General de la ONU, impulsada por Ucrania y sus aliados europeos, que exigía la retirada inmediata e incondicional de las fuerzas rusas del territorio ucraniano. Este hecho ha generado sorpresa y preocupación, especialmente en un contexto donde el ,gobierno del presidente Donald Trump parece estar adoptando una postura más conciliadora hacia el Kremlin.
El tercer aniversario de la guerra llegó en un momento crítico para Ucrania. Las fuerzas ucranianas enfrentan una presión significativa, particularmente en el este del país, donde Rusia ha consolidado avances en regiones como Donetsk. A pesar de los esfuerzos de Kiev por mantener la iniciativa —como la ofensiva en Kursk en 2024—, la falta de recursos humanos y el desgaste tras tres años de conflicto han debilitado su posición. En este escenario, el presidente Volodímir Zelenski ha insistido en la necesidad de apoyo internacional para sostener la lucha, subrayando que cualquier negociación debe respetar la soberanía y la integridad territorial de Ucrania.
Sin embargo, la conmemoración se vio ensombrecida por la decisión de Estados Unidos de alinearse con Rusia, Corea del Norte, Bielorrusia y Hungría al votar en contra de la resolución de la ONU. El texto, respaldado por una mayoría de la Asamblea General, condenaba la agresión rusa y reiteraba la demanda de retirada de tropas, un mensaje consistente con resoluciones previas. En contraste, Washington presentó una propuesta alternativa que evitaba mencionar la integridad territorial de Ucrania o señalar explícitamente a Rusia como agresora, abogando en cambio por un «rápido fin» al conflicto y una «paz duradera». Esta resolución alternativa, que será discutida en el Consejo de Seguridad, ha sido bien recibida por Moscú, lo que sugiere un cambio significativo en la postura estadounidense bajo la administración Trump.
El voto de Estados Unidos marca un punto de inflexión en su política exterior respecto a la guerra en Ucrania. Durante los últimos tres años, Washington había sido un firme defensor de Kiev, proporcionando miles de millones de dólares en ayuda militar y económica, además de liderar sanciones contra Rusia.
Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2025 parece haber reorientado las prioridades. Su promesa de campaña de resolver el conflicto «en 24 horas» y su reciente acercamiento al Kremlin —evidenciado por conversaciones directas con Vladímir Putin— sugieren que está dispuesto a sacrificar ciertas demandas ucranianas, como la recuperación total de los territorios ocupados o la adhesión a la OTAN, para lograr un acuerdo negociado.
Este giro podría interpretarse como un intento de Trump de cumplir con su narrativa de «hacedor de paz» y consolidar su imagen doméstica, pero tiene implicaciones profundas. Para Ucrania, representa un debilitamiento del respaldo occidental en un momento en que la ayuda militar y financiera es crucial.
La exclusión de Kiev de las negociaciones iniciales entre Washington y Moscú, como las celebradas en Riad, ha alimentado temores de que se imponga una «paz» en términos desfavorables, potencialmente legitimando las ganancias territoriales rusas. Zelenski ha advertido que no aceptará acuerdos que no incluyan a Ucrania como parte activa, pero la presión de Trump podría limitar sus opciones.
Desde la perspectiva rusa, el cambio de postura estadounidense es una victoria diplomática. Putin, enfrentado a una economía bajo sanciones y un ejército desgastado tras años de guerra, podría ver en esto una oportunidad para consolidar sus objetivos sin mayores concesiones.
El respaldo implícito de Washington a una resolución vaga en la ONU refuerza la idea de que Rusia podría mantener el control de facto sobre Crimea y partes del Donbás, algo que Moscú ha buscado desde 2014.
Para los aliados europeos de Ucrania, este desarrollo es alarmante. Líderes como Emmanuel Macron y Pedro Sánchez han reafirmado su apoyo a Kiev, con España prometiendo un paquete militar de mil millones de euros para 2025.
Sin embargo, la ausencia de unidad con Estados Unidos podría socavar la cohesión occidental, dejando a Europa en una posición más vulnerable frente a Rusia. La abstención o el rechazo de Washington a la resolución ucraniana también pone en duda el papel de la ONU como árbitro neutral, especialmente cuando el Consejo de Seguridad sigue paralizado por el veto ruso.
El tercer aniversario de la invasión rusa de Ucrania no solo destacó las dificultades militares de Kiev, sino también un cambio tectónico en el panorama geopolítico. La decisión de Estados Unidos de votar en contra de la resolución de la ONU refleja una apuesta de Trump por un pragmatismo que prioriza el fin rápido del conflicto sobre los principios de soberanía defendidos por Ucrania y Europa.
Si bien esto podría acelerar negociaciones, también arriesga perpetuar una paz frágil que deje a Ucrania en desventaja y a Rusia fortalecida. En este contexto, el futuro de la guerra dependerá tanto de la resistencia ucraniana como de la capacidad de Europa para contrarrestar la aparente reconciliación entre Washington y Moscú.