-Qatar y el avión de oro que aterrizó en Mar-a-Lago (o la política como reality show)-
Por Luis Rodríguez Salcedo
En estos días en que la geopolítica parece un episodio de “The Apprentice”, pero con turbantes, jets privados y guerras comerciales en juego, nos llega una noticia con más brillo que los trajes de Elvis: Qatar le ha “regalado” un avión presidencial a Donald Trump. Sí, el mismo Trump que jura que lo único que le interesa es «hacer América grande otra vez», pero que ahora parece querer hacerla volar de lujo también.
¿Y a cambio de qué? Buena pregunta, amigo lector. Porque en este mundo nada es gratis, excepto quizás el café de colmado si conoces bien al dueño. Qatar, pequeño país con gigantescas ambiciones y reservas de gas natural que harían palidecer al mismísimo Jeque de Kuwait, no mueve un dedo sin calcular la ganancia. Así que pensar que este gesto es puro “regalito de amistad” es como creer que los camellos vuelan. Bueno, tal vez ahora sí vuelen… si van en el avión de Trump.
Hay quienes susurran en pasillos diplomáticos que el gesto tiene tufo a geoestrategia. Qatar lleva años jugando una partida fina: invierte en bienes raíces en EE.UU., financia think tanks en Washington, y ahora parece querer tener asiento de primera fila en la geopolítica norteamericana. ¿Quién quita que la próxima llamada internacional no sea a Moscú, ni a Beijing, sino a Doha?
Y Trump, por supuesto, no es de los que rechazan lujos. Él no recibe regalos; los presume. En su mente de magnate y político-showman, el avión no es un favor, es un símbolo. Un símbolo de poder, de estatus… y tal vez de que ya no tiene que volar en el «viejo» Air Force One.
Pero ojo, porque este vuelo tiene turbulencias. ¿Es legal que un presidente reciba un regalo multimillonario de un gobierno extranjero? ¿Qué dice la ley, y más importante aún, qué dice el pueblo americano que está lidiando con inflación y pleitos de aranceles mientras su mandatario viaja con aire acondicionado de jeque?
La historia huele a trueque: tú me das alas, y yo te doy acceso, cercanía, y tal vez… ¿influencia en la Casa Blanca? Es la política convertida en un mercado persa, pero con corbata roja.
Qatar no está regalando un avión. Está invirtiendo en relaciones públicas de alto vuelo, y Trump no lo está recibiendo inocentemente: está consolidando su imagen de emperador moderno, ahora con alas. Esto no es diplomacia… es teatro con alfombra roja, y los boletos no los vende Ticketmaster, ni Uepa Tickets: los paga el contribuyente, el votante y la dignidad internacional.
-Según la Carta Magna estadounidense, es ilegal que un mandatario reciba regalos de otros Gobiernos. Si lo acepta, una vez que termine el mandato de Trump, el avión pasaría a la Biblioteca Presidencial de Donald Trump, con lo que podrá disponer de él libremente-
¿Y usted qué opina? ¿Es esto un gesto de cortesía o un pago anticipado por favores futuros? Lo único seguro es que este avión no aterrizó por accidente… y su historia apenas despega.