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SUPERADO EL CAOS AEROPORTUARIO PROVOCADO POR EL CIERRE DE HEATHROW

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El cierre de Heathrow, el aeropuerto más transitado de Europa y el quinto del mundo, se desencadenó por un incendio en una subestación eléctrica en Hayes, al oeste de Londres, que comenzó la noche del jueves 20 de marzo y se extendió hasta afectar el suministro eléctrico del aeropuerto. Este incidente obligó a las autoridades a suspender todas las operaciones desde la madrugada del viernes 21 hasta las 23:59 GMT de ese día, aunque algunos vuelos comenzaron a reanudarse tímidamente el viernes por la noche. Para el sábado 22, el aeropuerto ya estaba trabajando en recuperar la plena operatividad, pero las repercusiones del cierre seguían sintiéndose a nivel global.

El incendio, que involucró un transformador en la subestación de North Hyde, no solo dejó sin energía a Heathrow, sino que también afectó a unas 100,000 personas en la zona circundante temporalmente. Las autoridades británicas, incluida la policía antiterrorista, investigan las causas, pero hasta ahora no hay indicios claros de sabotaje o acto delictivo, aunque se mantiene abierta esa posibilidad dado el contexto geopolítico y la criticidad de la infraestructura.

Heathrow opera normalmente unos 1,300 vuelos diarios y mueve alrededor de 230,000 pasajeros al día. El cierre afectó directamente a más de 1,350 vuelos y entre 200,000 y 300,000 pasajeros, según estimaciones de Flightradar24 y otras fuentes. Cientos de vuelos fueron cancelados, desviados o regresaron a sus puntos de origen, impactando rutas desde América, Asia, Australia y toda Europa.

Vuelos transatlánticos desde EE.UU. y Canadá, así como de larga distancia desde Singapur, Perth y Mumbai, fueron redirigidos a aeropuertos como París Charles de Gaulle, Dublín, Amsterdam o incluso devueltos a sus bases. Por ejemplo, Qantas desvió vuelos a París y luego trasladó pasajeros a Londres vía tren y Eurotúnel.
Aeropuertos secundarios como Gatwick y Stansted absorbieron parte del tráfico, mientras Ryanair añadió vuelos «de rescate» entre Dublín y Stansted.
Más de 120 vuelos en el aire al momento del cierre tuvieron que ajustar rutas en tiempo real, algunos regresando a puntos tan lejanos como Nueva York o Delhi.

Las aerolíneas, como British Airways (que opera 600 vuelos diarios desde Heathrow), advirtieron que la normalización tomaría días debido a la necesidad de reposicionar aviones, tripulaciones y carga. Esto generó un «atasco» logístico global, afectando no solo pasajeros sino también el comercio, ya que Heathrow es un nodo clave para mercancías.

El incidente expuso la fragilidad de Heathrow ante la pérdida de suministro eléctrico. Aunque cuenta con sistemas de respaldo, estos no fueron suficientes para mantener la operatividad total, lo que levantó críticas sobre la planificación y la falta de inversión en redundancia energética. Expertos como Tom Watters señalaron que la subestación afectada usaba equipos obsoletos y operaba al 106.2% de capacidad según un informe de 2022, evidenciando una negligencia estructural.

Aunque no hay evidencia concluyente de sabotaje, el cierre ocurrió en un momento de tensiones globales, con especulaciones sobre «guerra híbrida» rusa (como sabotajes a infraestructuras en Europa). Esto llevó a que la policía antiterrorista asumiera la investigación, reflejando la sensibilidad del evento.

El costo económico será significativo, con pérdidas millonarias para aerolíneas, el aeropuerto y negocios dependientes del tráfico aéreo. Socialmente, miles de pasajeros quedaron varados, enfrentando esperas prolongadas, hoteles caros y una sensación de desamparo, lo que generó críticas a la gestión de la crisis por parte de Heathrow.

Para el sábado, Heathrow reanudó operaciones plenamente desde las 6:00 AM GMT (11:00 PM PDT del viernes), con esfuerzos extraordinarios como la incorporación de cientos de empleados y 10,000 asientos adicionales en vuelos para aliviar el caos. Sin embargo, las aerolíneas advirtieron que las interrupciones persistirían durante días, lo que indica que el «caos mundial» seguía reverberando, aunque el epicentro ya estaba en proceso de estabilización.

El cierre de Heathrow no fue solo un incidente técnico, sino un recordatorio de cómo la interconexión global depende de nodos críticos que, al fallar, generan un efecto dominó masivo. La falta de un «Plan B» robusto en un aeropuerto de esta magnitud plantea preguntas sobre la resiliencia de las infraestructuras modernas frente a fallos impredecibles. Además, la narrativa oficial de un «accidente catastrófico» (según el ministro Ed Miliband) debe ser escrutada; la ausencia de indicios delictivos no descarta por completo fallos sistémicos o vulnerabilidades explotables en el futuro.

En resumen, el cierre del viernes 21, con sus ecos el sábado 22, no solo creó caos inmediato, sino que abrió un debate sobre planificación, seguridad y dependencia energética en un mundo hiperconectado. Aunque hoy el aeropuerto opera nuevamente, las ondas de este evento seguirán afectando el tráfico aéreo y la confianza pública por varios días más.

LRS

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