Santo Domingo, República Dominicana – La madrugada del 8 de abril de 2025, la discoteca Jet Set, uno de los íconos del entretenimiento nocturno en Santo Domingo, se convirtió en escenario de una de las tragedias más devastadoras en la historia reciente del país. El colapso de su techo durante un concierto del reconocido merenguero Rubby Pérez dejó un saldo de 232 personas fallecidas y más de 200 heridas.
Entre las secuelas más dolorosas de esta tragedia se encuentra la situación de 136 menores de edad que quedaron huérfanos. De ellos, 19 perdieron a ambos progenitores, lo que ha generado una crisis social sin precedentes. El programa social Supérate, en coordinación con otras entidades gubernamentales, ha activado un protocolo de intervención sociofamiliar para brindar asistencia integral a estas familias, incluyendo apoyo económico y psicológico.
La tragedia afectó a personas de diversos ámbitos, desde trabajadores de servicios hasta figuras destacadas del país. Entre los fallecidos se encuentran el exbeisbolista Octavio Dotel, la gobernadora de Montecristi Nelsy Cruz, el diseñador de modas Martín Polanco y el saxofonista Luis Solís, conocido como «Chican».
El gobierno declaró seis días de duelo nacional y ordenó la activación de los organismos de socorro para atender la emergencia. Además, se conformó un equipo de expertos nacionales e internacionales para investigar las causas del colapso.
Las autoridades han iniciado una investigación para determinar las causas del colapso del techo de la discoteca. Se espera que los resultados de esta investigación arrojen luz sobre las responsabilidades y medidas necesarias para evitar futuras tragedias.
La tragedia de Jet Set ha dejado una huella imborrable en la sociedad dominicana, evidenciando la necesidad de fortalecer las medidas de seguridad en espacios públicos y de brindar apoyo integral a las víctimas y sus familias.
La magnitud de esta tragedia trasciende la pérdida irreparable de vidas humanas: ha golpeado con dureza el tejido socioeconómico de numerosas familias, dejando a muchos niños en condiciones de extrema vulnerabilidad. Ante esta realidad, persiste la esperanza de que, a través de estos esfuerzos, pueda alcanzarse alguna forma de reparación y alivio para los deudos que hoy cargan con el dolor de esta pérdida.