¿Ganó realmente Daniel Noboa? Un análisis del resultado electoral en Ecuador
Por Luis Rodríguez Salcedo
Abril de 2025
La sorpresiva victoria de Daniel Noboa en las elecciones presidenciales anticipadas de Ecuador en 2023 sigue siendo objeto de debate y análisis político en amplios sectores de la sociedad ecuatoriana y latinoamericana. El joven empresario, heredero del emporio Noboa, «venció» en segunda vuelta a Luisa González, candidata del movimiento Revolución Ciudadana, liderado por el expresidente Rafael Correa.
Pero ¿fue esta una victoria limpia y legítima, o hubo irregularidades que condicionaron el resultado? ¿Tenía Noboa méritos políticos suficientes para imponerse sobre una candidata considerada favorita?
Luisa González inició la campaña como la favorita. Con el respaldo de Correa, una base militante firme, y un discurso articulado, logró una sólida victoria en la primera vuelta con un 33.6% frente al 23.4% de Noboa. Todo parecía apuntar a una victoria correísta. Sin embargo, en la segunda vuelta, el resultado dio un vuelco: Daniel Noboa se impuso con el 52.3% de los votos frente al 47.7% de González.
La rapidez con que cambió el panorama despertó suspicacias. Algunos sectores denunciaron una operación mediática y judicial dirigida a frenar el avance del correísmo. Las acusaciones de «lawfare» —uso del aparato judicial para perseguir políticamente— contra Correa, exiliado en Bélgica, también pesaron en el ambiente.
Hasta la fecha, no se han presentado pruebas concluyentes de fraude electoral. Observadores internacionales, entre ellos misiones de la OEA y de la Unión Europea, avalaron la transparencia del proceso. Sin embargo, sectores del correísmo y analistas independientes han cuestionado no tanto el conteo de votos, sino las condiciones desiguales de la contienda.
Entre los factores que generaron dudas, se cuenta la campaña sucia en redes sociales: La proliferación de noticias falsas y ataques personales a González aumentó considerablemente en la recta final. Tambien se menciona el silencio institucional ante estas campañas de desinformación.
El apoyo de sectores económicos y medios de comunicación al joven empresario, que proyectaron una imagen fresca, apolítica y renovadora, apelando al voto “anti-Correa”. Estas condiciones podrían no constituir un fraude directo, pero sí una manipulación del escenario político-electoral.
A sus 35 años, Daniel Noboa era prácticamente un desconocido en la política ecuatoriana. Su mayor carta de presentación fue su apellido y su fortuna. Su padre, Álvaro Noboa, compitió sin éxito en varias elecciones presidenciales. Daniel se presentó como un outsider moderno, tecnocrático y pragmático.
Prometió “orden, empleo y seguridad”, en un contexto marcado por la violencia, el crimen organizado y el desencanto con los partidos tradicionales. Aunque no tenía un programa claramente definido, su discurso fue bien recibido por una clase media urbana que temía el regreso de un correísmo considerado por algunos como autoritario.
A pesar de sus méritos —experiencia administrativa, carisma y oratoria—, Luisa González arrastraba el peso del legado correísta. Muchos votantes no perdonaron los años de confrontación institucional durante el gobierno de Correa, las denuncias de corrupción, y la percepción de que su retorno implicaría más polarización.
Además, el anticorreísmo sigue siendo un factor decisivo en la política ecuatoriana. Noboa parece que pudo capitalizar ese sentimiento, posicionándose como una opción intermedia frente a la candidata de la Revolución Ciudadana.
Daniel Noboa ganó las elecciones conforme al conteo oficial, pero la pregunta sobre la legitimidad más allá de los votos sigue vigente. ¿Fue una elección limpia o condicionada por un entorno mediático y judicial adverso al correísmo? ¿Representa Noboa una renovación o un reciclaje del poder económico bajo una nueva fachada?
Ecuador vive una etapa de incertidumbre. Noboa enfrenta enormes desafíos: criminalidad desbordada, crisis económica, y un Congreso fragmentado. Su presidencia, breve pero intensa, servirá como termómetro para medir si su victoria fue el inicio de una nueva era o un paréntesis frente al inevitable regreso del correísmo.