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NETANYAHU PERDIÓ LA BRÚJULA EN MEDIO DE LA GUERRA

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Netanyahu, el premier que perdió la brújula en medio de la guerra

Jerusalén. – Benjamín Netanyahu, el hombre que durante décadas se vendió como el “único garante de la seguridad israelí”, atraviesa quizá su momento político más frágil. La guerra con Hamás, lejos de fortalecerlo, ha terminado por acelerar el desgaste de su figura y desnudar las grietas de un gobierno que ya naufragaba antes del primer disparo.

El profesor Esteban Klor, catedrático de Economía Política en la Universidad Hebrea e investigador del Instituto Nacional de Estudios de Seguridad, lo resume sin anestesia: “No creo que la guerra ayudó al primer ministro. Su imagen se deterioró mucho. Antes de la guerra tenía cerca del 50% de apoyo, hoy no lo tiene”.

Las encuestas lo confirman: en julio de este 2025, tras el ataque a Irán, solo un 40% de los israelíes decía confiar en su premier, según el Instituto de Democracia. Otro sondeo del Instituto de Estudios de Seguridad reveló algo más devastador: un 76% le había perdido la confianza al gobierno.

La aritmética parlamentaria también le juega en contra. Netanyahu podría caer sin elecciones si su gobierno no aprueba el presupuesto en marzo del 2026 o si 61 de los 120 legisladores le votan en contra. Para un premier con la popularidad en picada, ambos escenarios dejan de ser teóricos y empiezan a respirarle en la nuca.

El calendario tampoco ayuda: las elecciones están fijadas para octubre de 2026, pero en Jerusalén circula la sospecha de que el oficialismo intentará posponer la fecha. Maniobra clásica de quien teme a las urnas.

Klor advierte sobre el agujero económico: la guerra ha encogido el PIB en un 4% y el presupuesto de defensa —que rondaba los 60 mil millones de dólares— se triplicó. “Todo lo estamos pagando con deuda”, sentencia.

Los números son demoledores:

  • La deuda pasó de 60% del PIB en 2022 a más de 70% en 2025.

  • El déficit, que era 0% en 2022, trepó al 8% en 2024 y cerrará este año en 6%.

Israel ya es el segundo país del mundo con mayor gasto en defensa, solo superado por Ucrania. Y aun así, el agujero se agranda. La ciudadanía empieza a preguntarse si vale la pena seguir financiando una guerra interminable.

El 30% del comercio exterior israelí depende de la Unión Europea. Klor prevé sanciones, pero no necesariamente estatales: serían empresas privadas europeas las que podrían cerrar la puerta a productos israelíes, aunque gobiernos como Alemania y Francia dependan de la tecnología militar de Tel Aviv.

El aislamiento, por tanto, ya no es una hipótesis académica sino una posibilidad que flota sobre la economía israelí.

Mientras la economía tambalea, Netanyahu insiste en la vía militar. Sus planes de un asalto terrestre a Gaza siguen sobre la mesa. Ya ordenó a la población del enclave desplazarse al sur “ante el inminente ingreso” de las tropas.

Y como si no bastara, el gobierno lanzó esta semana un ataque sobre territorio de Catar, en busca de líderes de Hamás. La operación encendió la repulsa casi unánime de la comunidad internacional y precipitó la visita urgente del secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio.

Netanyahu llegó a la guerra debilitado por la reforma judicial que él mismo intentó imponer en 2023. Hoy, tras dos años de violencia, deuda creciente y sanciones en ciernes, su figura parece más la de un premier a la defensiva que la de un “hombre fuerte”.

El academicismo de Esteban Klor lo resume en cifras, pero la calle lo sabe en carne propia: el costo de la guerra no se mide solo en misiles ni en PIB, sino en la erosión de la confianza. Y esa, en democracia, es la moneda que paga más caro.

Luis Rodriguez Salcedo, para TeclaLibre-

rodriguezsluism9@gmail.com      https://teclalibremultimedios.com/category/portada/

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