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ESCENARIO MUNDIAL: LA PLAZA ROJA

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Las posibles visitas de Xi Jinping y Donald Trump a Moscú el 9 de mayo de 2025, para conmemorar junto a Vladimir Putin el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, podrían pintar un escenario geopolítico sumamente significativo y simbólico. Este evento, de concretarse, no solo sería una conmemoración histórica, sino también una demostración de fuerza y alineación estratégica en un momento de profundas tensiones globales.

Primero, la presencia de Xi Jinping en Moscú no sería una sorpresa. China y Rusia han fortalecido su relación en los últimos años, presentándose como un frente unido contra lo que perciben como la hegemonía occidental, liderada por Estados Unidos y sus aliados en la OTAN. La visita de Xi reforzaría esta «asociación sin límites», especialmente en un evento tan cargado de simbolismo para Rusia como el Día de la Victoria, que celebra la derrota del nazismo y exalta el papel histórico de la Unión Soviética. En el contexto actual, con la guerra en Ucrania aún activa y las sanciones occidentales presionando a Rusia, la asistencia de Xi enviaría un mensaje claro: China sigue siendo un aliado confiable, dispuesto a respaldar a Moscú tanto política como económicamente.

La participación de Donald Trump, sin embargo, sería un giro inesperado y potencialmente disruptivo. Trump, quien asumió su segundo mandato en enero de 2025, ha mostrado una postura pragmática y transaccional hacia Rusia en el pasado, alejándose del enfoque más confrontacional de administraciones estadounidenses previas. Su presencia en Moscú podría interpretarse como un intento de reposicionar a Estados Unidos en el tablero geopolítico, buscando una distensión con Rusia, posiblemente como parte de su promesa de resolver conflictos como el de Ucrania de manera rápida. Esto podría estar motivado por su interés en reducir el gasto militar estadounidense en Europa y reorientar recursos hacia otros desafíos, como la contención de China en el Indo-Pacífico.

El escenario de Putin, Xi y Trump juntos en la Plaza Roja generaría una imagen poderosa: tres líderes de potencias nucleares y económicas clave, compartiendo un palco en un momento en que el orden internacional basado en reglas, establecido tras la Segunda Guerra Mundial, parece estar erosionándose. Esto podría leerse como el nacimiento de un mundo tripolar, donde Estados Unidos, Rusia y China negocian entre sí un nuevo reparto de influencias, dejando de lado a Europa y otras potencias intermedias. Para algunos, sería una señal de que Trump está dispuesto a ceder terreno en Europa del Este a Rusia a cambio de concesiones en otros frentes, como el comercio con China o la desnuclearización global, temas que él mismo ha mencionado como prioridades.

En términos de geopolítica mundial, este encuentro podría agravar las divisiones entre Occidente y el eje Rusia-China. Los líderes europeos, que han apostado por mantener la presión sobre Rusia debido a Ucrania, verían con alarma un acercamiento entre Trump y Putin, temiendo un abandono estadounidense en su apoyo a la OTAN y a Kyiv. Al mismo tiempo, la presencia de Xi podría incomodar a Trump en su narrativa de confrontación con China, sugiriendo que Beijing está dispuesto a jugar un doble juego: mantener su alianza con Rusia mientras busca evitar una guerra comercial total con Estados Unidos.

Por otro lado, este evento también podría ser una maniobra propagandística para Putin, quien presentaría la asistencia de ambos líderes como una legitimación de su liderazgo y una victoria diplomática frente a las sanciones occidentales. Para Xi, sería una oportunidad de proyectar a China como un actor indispensable en la resolución de conflictos globales, mientras que para Trump, podría ser un trofeo político para mostrar a su base que está «haciendo las paces» y desafiando el statu quo liberal.

En resumen, este escenario pintaría un mundo en transición hacia una multipolaridad caótica, donde las alianzas tradicionales se tambalean y los líderes buscan acuerdos pragmáticos por encima de principios ideológicos. Sería un reflejo de un orden global fragmentado, en el que la conmemoración de una victoria histórica del pasado podría marcar el inicio de una nueva lucha por el poder en el presente. Sin embargo, todo dependerá de si estas visitas se materializan y de las acciones concretas que sigan a este simbólico encuentro. Por ahora, es un cuadro que invita tanto a la especulación como a la cautela.

Vladimir Putin se asegura protagonizar una de las imágenes del año el próximo 9 de mayo, día en que Rusia celebra la victoria frente a los nazis en la II Guerra Mundial y en el que tiene lugar el tradicional desfile en la Plaza Roja de Moscú. Y es que este año Putin va a estar respaldado por varios líderes internacionales que mostrarán allí una imagen de un frente multilateral común frente a Trump y a los países occidentales.

El espaldarazo definitivo a la fecha lo ha dado el presidente de China, Xi Jinping, que ha confirmado su presencia en Moscú en mayo. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, ha confirmado a mediodía que los contactos con Pekín y la presencia de Xi servirán no solo como «recordatorio de eventos históricos y de nuestra contribución a la lucha contra el nazismo», sino también para «reforzar nuestras relaciones bilaterales».

Rusia espera que un «gran invitado» estadounidense acuda el 9 de mayo. Aunque la fuente no ha dicho de quién se trata, ha asegurado que si se tratase de Trump sería «fantástico».

LRS

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