Por MARK STEVENSON /
(AP Photo/Christian Chávez) /
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Los dos sacerdotes jesuitas y el guía asesinados supuestamente por narcotraficantes en la Sierra Tarahumara de México se suman a una larga lista de activistas, periodistas y simples visitantes que han sido amenazados o perdieron la vida a manos de las bandas delictivas que dominan la región.
Los sacerdotes Javier Campos, de 79 años, y Joaquín Mora, de 80, pasaron buena parte de sus vidas sirviendo a los indígenas de la zona. Las autoridades dicen que los mataron a tiros el lunes, en una pequeña iglesia de la plaza de la localidad de Cerocahul, junto con un guía turístico que trataron de proteger de un delincuente.
Se trata de una zona turística, conocida por sus imponentes montañas, sus cañones y los indomables indígenas tarahumaras, que se llaman a sí mismos rarámuris y son famosos porque pueden correr decenas de kilómetros descalzos o usando sandalias de cuero. En el área no hay caminos y cuenta con atracciones como las Barrancas del Cobre y uno de los pocos trenes de pasajeros que quedan en México.
Las montañas son una tierra que combina belleza y tragedia, donde los rarámuris viven mayormente en la pobreza. A lo largo de los siglos fueron despojados de sus tierras y han sufrido numerosas hambrunas, incluso en este siglo.
¿POR QUÉ LA SIERRA TARAHUMARA ES TAN PELIGROSA?
Los narcos cultivan desde hace tiempo marihuana y amapolas de opio en esta región aprovechando su aislamiento. En la década del 2000 comenzaron a incursionar en tierras rarámuris, expulsando o matando a todo el que se pusiese en su camino.
La banda La Línea, de Ciudad Juárez, libra una guerra con el cartel de Sinaloa, cuya rama local se hace llamar Los Salazar.
Isela González, directora de la agrupación ambientalista Alianza de Sierra Madre, dicen que esas bandas se disputan también el control de la venta de alcohol y realizan extorsiones y secuestros.
“La Sierra Tarahumara vive un constante clima de violencia”, expresó González, quien visitó hace poco la comunidad rarámuri donde trabaja, Coloradas de la Virgen. “Hay una atmósfera de mucha violencia, muchos tiroteos entre las bandas, lo que hace que la gente se vaya”.
¿QUÉ OTROS ASESINATOS HUBO?
Al menos media docena de ambientalistas rarámuris fueron asesinados en la Sierra Tarahumara en los últimos años, incluido Isidro Baldenegro, que se opuso a la tala ilegal de árboles y recibió el prestigioso Premio Goldman. Fue asesinado en el 2017.
Los pocos sospechosos detenidos en conexión con esos asesinatos fueron tan solo los ejecutores. Su relación con los narcos aparentemente nunca fue investigada a fondo.
La periodista Miroslava Breach fue asesinada por individuos vinculados con Los Salazar en el 2017, aparentemente en represalia por sus informes sobre los lazos entre narcos y políticos.
El caso que más repercutió fue probablemente la muerte de un montañista estadounidense, Patrick Braxton-Andrew, de 34 años, asesinado en Urique, cerca del sitio donde mataron a los jesuitas. Las autoridades identificaron al asesino como José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”. Capo de una rama local de Los Salazar, es buscado también por los asesinatos de los dos curas.
¿QUÉ HA HECHO EL GOBIERNO?
El hecho de que Portillo Gil haya sido acusado de matar a un turista estadounidense y no haya sido capturado –y de que luego haya sido acusado de matar a dos sacerdotes muy queridos– causa desconcierto.
“Nunca entendí por qué Estados Unidos no presionó más para que fuese capturado”, comentó Randall Gingrigh, un ambientalista que lleva tres décadas trabajando en la Sierra. “¿Por qué no hubo una gran búsqueda hasta que esto se resolviese. ¿Cómo puede ser que todavía esté allí?”, preguntó Gingrich, quien dirige la organización Tierra Nativa.
El gobernador de Chihuahua de entonces, Javier Corral, se comprometió a aplicar un “castigo ejemplar a este delincuente y su gavilla, a quienes, paradójicamente, al actuar con esa cobardía ponen fin a su influencia y control de esa zona, bajo el cártel de Sinaloa”.
“Nada nos va a detener hasta capturarlo”, agregó.
No sucedió nada de eso. Portillo Gil siguió operando libremente, según fiscales estatales, al punto de que cuando un equipo local de béisbol que él patrocinaba perdió un partido hace poco, “El Chueco” fue a la casa de dos jugadores rivales, baleó a uno, secuestró al otro y le prendió fuego a la vivienda el mismo día en que fueron asesinados los sacerdotes.
“Esto revela la impunidad sistémica”, declaró el analista de temas de seguridad mexicano Alejandro Hope.
¿QUIÉN MÁS FUE AMENAZADO?
La mayoría de las personas que trabajan en Tarahumara dicen haber sufrido intimidación, amenazas y haber tenido que sortear puestos de control de los narcos en los principales caminos de las montañas. Esa atmósfera dio lugar en el 2015 a la cancelación de un ultramaratón de 80 kilómetros (50 millas) en las Barrancas del Cobre tras registrarse episodios de violencia cerca del trayecto.
Era una carrera anual, iniciativa del ultramaratonista Micah True, quien vivió con los rarámuri, decidió correr al ver sus proezas y quería beneficiarlos al tiempo que resaltaba su cultura. La prueba se corrió finalmente en marzo de este año.
“La mayoría de la gente la pasó muy bien”, dijo Gingrich. “Pero siempre hay gente en la calle que… ya sabes… bastante cuestionable. No hay duda de que hubo una fuerte presencia de narcos”.
“La comunidad se beneficia (de la carrera), pero existe la posibilidad de que algo no salga bien”, acotó.
¿POR QUÉ HAY SACERDOTES ALLÍ?
La Sociedad de Jesús, como se conoce a los jesuitas, tiene una vieja tradición de defender a los pueblos indígenas y antiguos lazos con la Sierra Tarahumara. Los jesuitas enviaron las primeras misiones en el siglo 16, pero fueron expulsados de todos los territorios españoles en 1767, en parte porque los colonizadores decían que las misiones los privaban de mano de obra indígena. Volvieron alrededor del 1900.
Los jesuitas realizan labores educativas, velan por la salud de los indígenas, lanzan proyectos económicos y tienen un seminario. Los dos sacerdotes jesuitas asesinados eran muy queridos y se interesaban en el lenguaje y las costumbres de los nativos de la zona.
¿CÓMO AFECTARÁ ESTO AL PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR?
López Obrador ha dicho que su gobierno no da prioridad a la detención de los capos del narcotráfico y a menudo da la sensación de que tolera estas bandas, incluso elogiándolas alguna vez por no interferir con las elecciones. Las matanzas y otros brotes de violencia no podían ser más inoportunos para López Obrador.
El general Glen VanHerck, jefe del Comando del Norte de las fuerzas armadas estadounidenses, dijo el año pasado que “organizaciones delictivas transnacionales… operan a menudo en áreas donde no hay presencia del gobierno, un 30% o 35% de México”.
Hope dice que esa cifra es “un invento”, pero admite que el gobierno enfrenta “un problema real en relación con el control del territorio”.
En junio, la Oficina de Investigaciones Legislativas del Congreso estadounidense difundió un informe según el cual López Obrador “promueve políticas enfocadas en las raíces de la criminalidad, pero su gobierno no lleva a cabo operaciones antinarcóticos sostenidas”.
“Cumplida más de la mitad de su mandato de seis años”, añadió, “logró pocos de sus objetivos anticorrupción y en el campo de la justicia penal”.