La historia de la fotografía en Tamboril, es un fascinante reflejo de cómo una práctica artística y técnica se arraiga en una comunidad, dejando un legado cultural invaluable. Los hermanos Francisco y Manuel Rodríguez desempeñaron un papel crucial al establecer sus estudios fotográficos, cada uno en su respectiva localidad, y con ello sentaron las bases para documentar la vida cotidiana y los eventos significativos de estas comunidades dominicanas.
En Tamboril, Francisco Rodríguez no solo introdujo la fotografía como oficio, sino que también diversificó su impacto cultural al vender “muñequitos” o historietas en su pequeño colmado, un detalle que conecta su figura con las primeras formas de entretenimiento popular en la zona. Su estudio fotografico, ubicado inicialmente en su residencia cerca del Cine-Teatro Trujillo, se convirtió en un punto de referencia antes de los años 50.
Francisco, junto a su esposa Dolores Salcedo, formó una familia numerosa de nueve hijos, todos bien educados y respetados en la comunidad. Dos de sus hijos mayores siguieron sus pasos en la fotografía por un tiempo, lo que evidencia cómo el oficio se transmitió como un legado familiar. Equipado con cámaras y herramientas de alta calidad, Francisco no solo capturó imágenes, sino que innovó al retocar negativos y colorear fotografías en blanco y negro, elevándolas a la categoría de arte mucho antes de que estas prácticas fueran comunes. Incluso los “selfies” que hoy asociamos con la modernidad tuvieron un precursor en las imágenes que se tomaban con sus equipos en las décadas del 50 y 60.
Su trabajo trasciende lo técnico: Francisco Rodríguez documentó la memoria colectiva de Tamboril. Bodas, bautismos, primeras comuniones, entierros, fiestas patronales, eventos deportivos e inauguraciones como la de la escuela y la remodelación del parque y el ayuntamiento quedaron inmortalizados gracias a su lente. Estas imágenes no son solo recuerdos familiares, sino “Robles” —como bien los llamas— que sostienen la identidad histórica del pueblo. Parte de este archivo, ahora en manos de José Mercader y Democles de León, sigue vivo y se comparte en redes sociales, permitiendo que las nuevas generaciones conecten con su pasado.
En resumen, la historia de Francisco Rodríguez y su estudio fotográfico es un testimonio de cómo la fotografía puede ser mucho más que un oficio: es un puente entre generaciones, un medio para preservar la cultura y un arte que embellece la memoria de un pueblo como Tamboril. Su legado perdura en cada imagen que capturó y en el impacto que dejó en su comunidad.
La evolución de Tamboril a lo largo del tiempo es una historia de crecimiento, resiliencia y orgullo, marcada por el esfuerzo de su gente, sus tradiciones y las figuras históricas que han dejado una huella imborrable en este municipio de la provincia de Santiago, República Dominicana. Desde sus orígenes humildes hasta convertirse en un lugar reconocido por su aporte cultural, agrícola y artesanal, Tamboril ha tejido una narrativa que hoy se preserva y celebra, incluso a través de un museo que honra su pasado.
Orígenes y Fundación
Tamboril, cuyo nombre evoca el sonido de un tambor pequeño —quizás inspirado por los ritmos naturales de sus ríos o por la influencia cultural de la colonización—, comenzó como una aldea modesta en el siglo XIX. Su desarrollo inicial estuvo ligado a la agricultura y la ganadería, actividades que sentaron las bases de su economía. En 1875, durante el gobierno de Ignacio María González, fue elevado a la categoría de Puesto Cantonal mediante el Decreto 1433, un primer paso hacia su reconocimiento oficial. Más tarde, en 1900, bajo el mandato de Juan Isidro Jiménez, se le dio el nombre de Peña en honor al general mocano Gerónimo de Peña, un héroe de las luchas contra los haitianos. Sin embargo, no fue hasta 1907, con la reforma constitucional de Ramón Cáceres, que Tamboril se consolidó como municipio, adoptando definitivamente su nombre actual en 1962. Este trayecto refleja cómo la comunidad luchó por su identidad y lugar en la historia dominicana.
Crecimiento y Transformación
Con el tiempo, Tamboril evolucionó de ser un pueblo agrícola a un centro de producción y cultura. Sus tierras fértiles, al pie de la Cordillera Septentrional, permitieron el cultivo de productos como plátano, yuca, tabaco y cítricos, que abastecieron los mercados de Santiago y más allá. Pero fue la industria del tabaco la que catapultó a Tamboril a un nivel de reconocimiento internacional. Conocido hoy como la «Capital Mundial del Cigarro», el municipio alberga fábricas legendarias como La Aurora y La Flor Dominicana, y su artesanía en la fabricación de puros se ha convertido en un sello de orgullo local. Este auge económico atrajo a más habitantes —de unos pocos miles en sus inicios, su población creció a aproximadamente 86,000 en la actualidad— y transformó la dinámica social y cultural del lugar.
A nivel cultural, Tamboril abrazó sus raíces folclóricas. Las fiestas patronales, el baile de palos y la poesía popular se convirtieron en expresiones vivas de su identidad. Además, la venta de “muñequitos” por Francisco Rodríguez en la primera mitad del siglo XX, junto a su trabajo fotográfico, añadió un toque de modernidad y entretenimiento a la vida cotidiana, dejando recuerdos que aún resuenan entre los tamborileños.
Figuras Históricas que Marcan la Diferencia
Tamboril ha sido cuna y hogar de figuras que han contribuido al desarrollo no solo local, sino nacional. Francisco Rodríguez, con su estudio fotográfico, capturó la esencia del pueblo en blanco y negro, coloreando memorias que hoy son tesoros históricos. En el ámbito literario, Tomás Hernández Franco, autor del célebre poema Yelidá, puso el nombre de Tamboril en la literatura dominicana con su sensibilidad única.

En la ciencia, José de Jesús Jiménez destacó como uno de los mejores botánicos de Latinoamérica, y Eugenio de Jesús Marcano Fondeur, también de Tamboril y discípulo de Jiménez, mientras Federico Velásquez brilló como médico y político, llegando a ser vicepresidente de la República a inicios del siglo XX.

Otra figura icónica es Horacio Vásquez, expresidente dominicano, quien, aunque no nació en Tamboril, eligió este lugar como su residencia definitiva. Su legado político y su conexión con el municipio han reforzado el sentido de pertenencia de los tamborileños. Estas personalidades, entre otras, son ejemplos de cómo Tamboril ha dado al mundo talentos que trascienden sus fronteras.

Un Museo para la Memoria
El orgullo por esta historia encontró un lugar tangible con la creación del Museo Horacio Vásquez, inaugurado en la antigua residencia del expresidente en la avenida José Rafael Abinader (antes calle Real). Auspiciado por el Banco de Reservas y promovido por el presidente Luis Abinader en 2022, este espacio no solo honra a Vásquez y su esposa Trina de Moya, sino que sirve como un escaparate del patrimonio cultural de Tamboril. Con cuadros, objetos personales y recuerdos de la familia Vásquez, el museo también incluye un busto de Eugenio María de Hostos, simbolizando la importancia de la educación y la cultura en la región. Este lugar se ha convertido en un punto de encuentro para quienes desean explorar las raíces de Tamboril, desde sus días como aldea hasta su presente como un municipio vibrante.
Recuerdos que Nos Llenan de Orgullo
Hoy, Tamboril es mucho más que un nombre en el mapa. Es la memoria de sus samanes, la “Pajiza Aldea” de Hernández Franco, y la tierra que vio crecer a Tabaré, un símbolo de su espíritu indomable. Es el sonido de los tambores en las fiestas, el aroma del tabaco artesanal y las imágenes en sepia que Francisco Rodríguez dejó como herencia. Estos recuerdos, junto al esfuerzo colectivo de su gente, han construido un legado de resistencia y creatividad que llena de orgullo a sus habitantes y atrae a quienes buscan conocer su historia.
En síntesis, la evolución de Tamboril es un viaje de transformación que combina tradición y progreso, con figuras históricas que iluminan su pasado y un museo que asegura que esas memorias perduren. Es un municipio que, desde sus humildes comienzos, ha sabido florecer, dejando un orgullo que se siente en cada rincón y en cada historia compartida.
(Este trabajo ha sido realizado e inspirado en base a una historia original del muro de Rolando Dario Cid: otro tamborileño ilustre, recordado y querido)
LRS